Yairen Jerez Columbié
Foto por Juan Cuock
Hijos
El bebé a quien le cambiaba los pañales
cuando yo era apenas una niña de diez años
hoy asistió el parto de una vaca.
Sus manos tiraron de las patas y el cuello del ternero
y registraron el alumbramiento en una tabla de Excel.
Recuerdo la piel del veterinario,
fina, llena de venas diminutas
que formaban nubes de sangre rosadas
sobre mi cama convertida en cuna.
La puérpera yacía en el sofá,
una mano en la frente,
la otra desgajándose hacia el suelo.
Recuerdo el olor de sus manos
cuando me entalcaban el cuerpo
y me rociaban con agua de violetas
mientras, en la cocina,
mi madre hervía mis pañales.
Mal agüero
Alguien quiere saber latitud y longitud
de cada piedra,
aunque no pueda verlas
ni sentirlas en la punta de la lengua
ni impulsarlas a un vuelo sobre el agua.
Si oyera hablar de la humedad blanda
de los guijarros en tus plantas,
giraría el mapa
para arrastrarlos a otra playa
o hacerlos caer de golpe sobre el cielo.
Queloide
A Narciso Jerez
Mi padre tenía un queloide en el centro del pecho,
como un mapa de Angola abierto sobre la mesa de estrategias,
como un sol latiendo bajo la pomada fría.
Cuando los cartuchos encendidos caían uno a uno sobre su piel,
pudo sentir las llamas del fogón en la cara de la madre,
el ardor del rayo en la sangre del padre,
una y otra vez.
“¿Mija, qué tú haces tan lejos?”,
me preguntó la última vez que hablamos,
su voz cruzando el Atlántico
una vez más para alcanzarme
en aquella ruidosa ciudad europea
que celebraba el día de su santo patrón
el mismo día en que nació mi padre
para recibir el nombre de un cazador,
el nombre de una flor,
el nombre de un mártir.
Cada primavera, veo su nombre crecer en los pantanos
de este país obscuro donde siempre hace frío.
Cada noche, mi padre me visita mientras duermo
y cubre mis pies con sus manos.
En la penumbra de la habitación,
el sol africano de su pecho brilla
como una flor sobre el fango.
Desayuno en Cork
La avena anegada en agua sobre el fogón va formando un engrudo
igualito al que me hacía mi mamá con la escasa harina de Castilla
para restaurar los libros en La Habana de los noventa.
La papilla de avena —aquí le llaman porridge—
tiene el color del cielo: gris con pespuntes negros.
Cada día el porridge me resbala por el interior
hasta formarme un amasijo de lana cardada en el estómago
que me mantiene caliente durante algunas horas.
Hoy, sin embargo, me unto la papilla de avena en el cuerpo,
deshojo y corto en pedacitos las revistas literarias en inglés
que no me publican y salgo a la calle hecha un muñecón de papier-mâché.
Yairen Jerez Columbié (La Habana, Cuba · 1985) es doctora en filosofía, artes y estudios hispánicos por University College Cork. Sus poemas han sido publicados en las revistas Aigne, Eñe: Revista para leer y Altavoz Cultural. Es autora del libro Essays on Transculturation and Catalan-Cuban Intellectual History (2021) y de diversos ensayos de estudios culturales y ecocriticismo publicados en revistas académicas como eTropic, Anthurium y Journal of Catalan Studies. Trabaja como profesora ayudante doctora de estudios latinoamericanos y comunicación intercultural en Trinity College Dublin, en Irlanda.