Esteban Catalán y Antonio Díaz Oliva
Antonio Díaz Oliva habla de La experiencia formativa, un conjunto de cuentos sobre el viaje hacia la adultez y la necesidad de reírse de sí mismo para crecer.
Como periodista, profesor de literatura y español en Georgetown, ghostwriter de un rockero latinoamericano o traductor ocasional en tribunales, Antonio Díaz Oliva (Temuco, Chile, 1985, MFA de Escritura Creativa en NYU) huye de las camarillas y las etiquetas. La experiencia formativa (Neón/Ebooks Patagonia), su último libro de cuentos, se ocupa de los “casi-casi del mundo”, fracasados que van quemando caminos mientras dejan atrás la juventud.
Pasaron cinco años de tu primer libro (La soga de los muertos) a éste. Entre medio saliste de Chile y cursaste el MFA. ¿Qué cambió en ese viaje para ti?
“Para la novela era muy cachorro y tenía ideas muy románticas; sobredosis de Bolaño, la cultura pop por la cultura pop (pensaba que había que citar por citar), aún me faltaban lecturas, etc. La soga de los muertos era una novela muy melancólica y en los cuentos de La experiencia, un poco, me fui en contra de eso y agregué una dosis de humor. Finalmente eso: quería reírme. Creo que es importante en literatura la risa y el humor. Y lo más importante es empezar riéndose de uno. Solo así uno está habilitado para reírse de los demás”.
El cuento “Yo prefiero a mi mami” muestra a un físico-culturista inseguro que se aferra a un Programa de Escritura Curativa en Nueva York, con personajes llamados Corrección Política y la Comprometida. ¿Qué te llevó a elegir ese tono?
“De nuevo, el humor. Pero antes de eso tal vez el fracaso. A NYC llegué con una novela casi terminada que deseché acá. Después de eso estuve un poco perdido. Leí mucho. Iba a Bobst y sacaba ocho libros a la semana, mucha literatura chilena. Nadie escribía sobre músculos y ese mundo de gimnasios y proteínas. Y luego de eso el cuento simplemente salió; uní esa estética musculosa y chillona con la gente segundona, ‘casi-casi’, los que no la hacen en la vida y la idea de un programa de escritura curativa que ayude a superar ese trauma. Y también quería parodiar el concepto de escritura creativa. Creo que hacen más falta escuelas de lectura creativa. Los otros cuentos nacieron de impulsos similares: escapar ese primer fracaso de una novela a la cual le dediqué varios años, huir de ciertos tics actuales de la literatura como escribir ‘desde los márgenes’, la victimización y el relato generacional en sepia”.
¿Cómo puedes definir a La experiencia formativa? Hay humor, pero también mucha incertidumbre en sus personajes: búsquedas vitales que casi nunca terminan bien.
“Es un EP literario, cuatro cuentos o algunos, más bien, cuentos novelados. Son distintos, pero creo que se cruzan por gente que pasa por experiencias que no los forman sino más bien los deforman. Todos estos personajes son peores personas después de las experiencias por las que pasan”.
Después de años de lecturas, la mayoría por placer y otros por estudio o trabajo, ¿qué te sigue generando entusiasmo al leer?
“En estos momentos los autores que pasan de un lenguaje a otro, como Puig, Nabokov o Aleksandar Hemon, que escribió El libro de mis vidas, el cual no me canso de recomendar. Por eso sospecho mucho de los autores que defienden las nacionalidades y países. Hay una frase de Philip Roth, o más bien de uno de sus personajes, que me gusta mucho: La política es la gran generalizadora; la literatura la gran particularizadora”.