Lila Zemboraín y María Isabel Belausteguigoitia
Kirmen Uribe, nacido en Ondárroa en 1970, es poeta, escritor de narrativa y literatura infantil. En 2001 publicó Bitartean heldu eskutik, o Mientras tanto ame la mano, un poemario bilingüe que ganó el premio de la crítica en eusquera un año después de su primera aparición. También es autor de Bilbao New York Bilbao (2008), ganadora del Premio Nacional de Literatura, y Lo que mueve el mundo (2012) y su última novela La hora de despertarnos juntos (2016). Actualmente, y gracias a la beca Cullman de la Biblioteca Pública de Nueva York, Uribe trabaja con las 176 cajas que componen el archivo de Edith Wynner, una bibliotecaria que dedicó gran parte de su vida a escribir el libro vastísimo e inconcluso que le haría honor a la vida de su amiga, Rosika Schwimmer, quien huyo de la Hungría comunista durante los años 20 y llegó a Estados Unidos para trabajar a favor del sufragio femenino y en contra de la guerra, lo que la llevó a ser candidata del premio Nobel de Paz.
A fines de marzo, el autor vasco visitó el King Juan Carlos I of Spain Center de NYU para discutir su obra. Estos son algunos extractos de su imperdible conversatorio.
Lila Zemborain [L.Z.] Tú estás escribiendo sobre el pasado de un pueblo, las leyendas que conforman la mentalidad de ese pueblo, pero que también están expandidas en el mundo, la vida familiar, la literatura infantil. ¿Cómo se relaciona tu poesía con el otro trabajo que estás haciendo en narrativa?
Soy una persona que vuelve mucho a lo que viví de niño, como esos cuadros de Chagall, que parece siempre volver a su pueblo en sus pinturas. Yo también, pero ya se darán cuenta de que el pueblo en que nací no representa una visión típica de lo vasco, de estas praderas verdes, ovejas blancas y gente bebiendo cerveza; esa imagen idílica de montañas verdes no la viví. Soy más de la costa y lo que he vivido es una manera de ser marina. La gente de mar vive muy al día, viaja muchísimo. Los puertos son unos lugares donde se conversa mucho, donde llegan diferentes tradiciones, gente de afuera también llega a trabajar y la cultura entra desde los puertos, los libros, las películas y, bueno, provengo de ese ámbito.
Pero volviendo a tu pregunta, a mí la poesía me ha enseñado muchísimo. Fui un lector de poesía desde muy joven y creo que eso me enseñó a escribir novela. ¿Sabes por qué? Porque un poeta elige mucho las palabras, construye sus composiciones frase a frase y también se fija mucho en la musicalidad, en el ritmo del texto. Creo que también la prosa debe tener un ritmo y una música, si no se cae. La poesía me ha enseñado a construir la novela, no de una manera lógica, sino de una manera más intuitiva y teniendo en cuenta el azar y otras cosas que ilustran un poco cómo piensa la mente humana, que no es tan lógica ni ordenada.
Marisa Belausteguigoitia [M.B.] Quisiera que nos hables más de esta clave poética en Bilbao Nueva York Bilbao. Al comienzo comparas los anillos que tienen los árboles y los anillos de los peces más uno, que es el anillo que se come el pez. También es una novela hecha de gestos. ¿Cómo haces una novela a punta de gestos y de fragmentos?
Es una novela hecha con lo mínimo. La novela en sí, se cuenta cómo un escritor va a Nueva York y está pensando en la novela que está escribiendo. En realidad lo que se cuenta es lo que él está pensando, lo que le pasa por la cabeza. Quería escribir una novela con lo mínimo. Con tres, cuatro trazos, resolver los personajes, la relación que tienen, cómo son aquellos personajes, todo con lo mínimo. Es una novela bastante japonesa en ese sentido, buscaba sencillez. No quería construir escenas, no buscaba meterme demasiado en la psicología de los personajes, porque eso es algo que ya se ha hecho y se ha hecho muy bien, quería hacer una novela de otra manera. Cuando la estaba escribiendo me daba cuenta de que no hacía falta más. Son fragmentos. Cuando estaba escribiendo les llamaba nanonarraciones, son muy cortitas. Puedes leer el libro y leer cualquier fragmento y funciona autónomamente.
[L.Z.] ¿Los escribiste como fragmentos autónomos o los fuiste armando?
No, los fui armando de una manera un poco matemática. Lo que quería era que los capítulos estuviesen construidos con microrrelatos que luego funcionasen autónomamente.
[M.B.] En el relato no hay un orden cronológico y negocia las tensiones políticas de España durante la Guerra Civil…
Hay una cronología del viaje. Quería situar la novela en un no-lugar, encima del mundo en el que trabajó mi padre durante casi cuarenta años, en el mar del norte. Justo por allí pasa el avión, a una velocidad increíble y allá trabajaba mi padre de una manera artesanal, durante horas y días.
Y respecto a lo segundo, en cualquier familia había gente de los dos bandos. Creo que estamos volviendo otra vez a enconarnos en la política española. Lo que quería poner claro es que la gente soluciona mucho mejor los conflictos que los gobernantes. La gente es muchísimo más inteligente que los gobernantes. En toda la novela se busca la conexión entre los diferentes. La primera línea de la novela es “los peces y los árboles se parecen”. ¿Por qué se parecen? Bueno, pues hay un nexo entre ellos, porque los árboles tienen anillos y los peces tienen anillos, en sus escamas. Entonces buscaba eso, buscaba la conexión.
[M.B.] Bilbao y el país vasco estaban muy divididos, había muchísima violencia. En este libro no se habla de la violencia, aunque hay atentados de ETA y se menciona la Guerra Civil, pero yo creo que también puede entrar en la saga de las novelas que están queriendo pasar de esos treinta o cuarenta años que fueron tan duros. ¿Cómo ves este nuevo País Vasco y cómo presenta la novela esa guerra de tantos años?
Bueno, hablo más de los que pasó en el País Vasco en los últimos cien años en la tercera novela (La hora de despertarnos juntos). Allí se cuenta la vida de una mujer real, Karmele Urrseti, que era enfermera en los años treinta en el hospital de Bazurto de Bilbao y se exilia en Francia. Allí conoce a otro exiliado, Txomin Letamendi, que tocaba en la orquesta sinfónica de Bilbao, se enamoran. Luego llegan los nazis a París y tienen que salir a Venezuela, son felices un poquito hasta que llega el presidente Velasco Aguirre y les pide que se metan los servicios secretos vascos que estaban bajo el mando de los Estados Unidos y, bueno, luego a él lo matan y la guerra mundial se gana pero Franco se queda. Ella tiene que volver a hacer un exilio mucho más económico a Caracas y la novela llega hasta la actualidad.
La novela es comprender al otro, al que viene a trabajar desde fuera, al otro que no piensa como tú, al otro que es de otro género. Hay muchos otros en la novela y siempre trato de hacer eso, de comprender. La novela trata de la complejidad vasca; lo vasco para mí no es ETA, lo vasco está en ese mundo de pescadores.
[L.Z.] Me has dado a leer un manuscrito que está en proceso. Este proyecto, que está narrando una investigación para reconstruir el pasado, eso es lo mismo que vos estás haciendo en este momento. ¿Este proyecto nuevo se te ocurrió antes de venir o lo fuiste armando cuando estabas acá?
Lo pensé hace bastante tiempo, como hace dos años y luego apliqué para la beca Cullman y me la dieron. Gracias a eso pude venir a Nueva York para estar encima del proyecto. Es la historia de un libro inacabado, el libro que una bibliotecaria estuvo escribiendo durante cincuenta años. Ese libro trataba de su “jefa”, su amiga, su amante tal vez, la sufragista húngara Rosika Schwimmer que vino a Estados Unidos en los años 20 huyendo de su país y tuvo una vida increíble.
Me gusta la vida de estas personas que están cruzando fronteras, no solamente físicas, sino ideológicas, sexuales. Rosika era una persona que había huido del régimen comunista allá, pero aquí era considerada comunista y nunca le dieron la ciudadanía estadounidense, les parecía muy sospechosa. Además, era pacifista. Tuvo un juicio por la ciudadanía, le preguntaron “defenderás a los Estados Unidos con las armas” y ella dijo “no, ni a Estados Unidos, ni a Hungría, ni a ningún país del mundo”.
Su secretaria y amiga, Edith Wynner quiso montar una biografía de esta señora pero nunca la acabó, y eso es lo más literario y lo más maravilloso. Lo que hay en la biblioteca son fragmentos de ese libro, pero son fragmentos con diferentes formatos. Hay capítulos escritos no una vez, sino varias veces; están todos sus apuntes; hay grabaciones con cintas con su voz contando la historia de Rosika y de ella misma; hay artefactos; cámaras, videos; todo esto está en 176 cajas que yo voy abriendo.
[L.Z.] Por lo que he leído, que fueron los tres primeros capítulos, hay un paralelismo entre la historia de Rosika y la de Edith con la de la narradora, una investigadora vasca y su amiga. ¿Cómo te sientes utilizando una voz femenina, en un momento en el que es tan polémico poder entrar en la voz del otro?
Creo que es lo que tenemos que hacer todos los hombres. Tienes que pasar por ese ejercicio, de tratar de pensar como mujeres, si no, la igualdad no se va a lograr nunca.
[M.B.] ¿Qué significa pensar como mujer?
No sé, lo voy descubriendo poco a poco. No me pongo en modo mujer, me pongo en modo persona. Me detengo en todo, en cómo se relaciona, las relaciones que ha tenido, la relación con su amiga, en cómo la han educado, en cómo la han marginado, en las trabas que ha tenido para venir aquí, a Nueva York.
[M.B.] ¿Y cómo sabes?
[L.Z.] ¿Y cómo te imaginas esas contradicciones?
Porque os escucho, y la verdad es que he crecido con mujeres. Mi infancia está llena de mujeres. Mi padre estaba siempre fuera, y mi abuelo también, en la mar o en la taberna. Entonces yo estaba con mi madre, mis tías, mi hermana y ellas son las que me contaban las historias, ellas son las que me apoyaron para ser escritor, ellas son las que me hicieron una persona abierta y libre. Me he fijado mucho en las mujeres y eso fluye.
[L.Z.] Además de la cuestión femenina, las cajas sirven para tratar la cuestión de la memoria y el documento y todo esto en relación con el olvido, el Alzheimer. No sé si quieres desarrollar un poco esto de las cajas…
En un momento dado de la vida de Edith, que era la secretaria, ella empezó a perder la memoria. Imaginaos una persona que ha estado escribiendo este libro que era impublicable, porque tenía diez mil páginas. Lo estaba escribiendo porque quería recoger cada detalle de la vida de Rosika, todo, todo, todo, para montar este libro imposible y luego, esta mujer con tanta memoria la empieza a perder. En ese momento, lo que hace es empezar a sacar fotos de sus amigas, de su despacho, de los libros. Edith confió en que los objetos si recogerían su vida, o la vida de muchísimas mujeres que la habían precedido. Las cajas que están llenas de memoria.
*Transcripción: Mateo Guerrero