Extracto
Personajes:
Lucía (9 años)
Eduardo (8 años)
Crescencio (vagabundo de 52 años)
I
Tarde. El parque. Crescencio está sentado en una banca y escucha música en su walkman, hurga en el bote de basura. Del otro lado, Lucía lo observa y cuida no ser vista por él.
LUCÍA: (Susurrando.) Ahí no. Del otro lado. Más. (Cierra los ojos.) A la derecha. (Los abre.) No. La puse a la derecha. (Toma un cuaderno y hace anotaciones. Se coloca unos audífonos y canta entre dientes “Lucy in the sky with diamonds”.)
EDUARDO: ¿A… Ana? ¿Ana? ¡Ana!
LUCÍA: ¡Ah! ¿¡Qué!?
EDUARDO: ¿Ana? ¡Ay! ¡Qué te pasa!
LUCÍA: ¡Lucy!
EDUARDO: Ay, ay, ay, mi brazo.
LUCÍA: ¡Lucy, idiota, me llamo Lu-cy!
EDUARDO: ¡Ay! ¡Tu examen decía…!
LUCÍA: ¡Ah! Eres el tarado que copió mi examen con todo y nombre.
EDUARDO: Sí, sí. Ay, no. No. Mis deditos. ¡Suéltame!
LUCÍA: Di las palabras.
EDUARDO: ¿Qué?
LUCÍA: Las palabras.
EDUARDO: ¿Discúlpame? ¡Ay, ay, ay!
LUCÍA: “Por favor, Lucy”.
EDUARDO: Sí. Ay, sí. Discúlpame. Por. ¡Por favor, Lucy!
LUCÍA: Me vuelves a decir… así… y te parto la cara. (Pausa.) Qué ves. Vete. Te perdono. ¿¡Qué!? ¿Quieres que te agarre a patadas? Te doy tres: una, dos…
Crescencio se sienta, saca unas tijeras pequeñas y dos fotografías; comienza a recortarlas.
LUCÍA: (Cambia la cinta de su walkman y graba, susurrando.) “Treinta minutos y no la encontró. Conclusión veinte: es más difícil de lo que pensé”.
EDUARDO: ¿Qué haces?
LUCÍA: ¿Quieres que te reviente la cara? Vete.
EDUARDO: ¿Por qué no les pegas así a ellos?
LUCÍA: Son unos… (Pausa.) Me acusan.
EDUARDO: ¿Te da miedo la maestra?
LUCÍA: Mi mamá me dijo que si me corren de la escuela otra vez, estoy muerta.
EDUARDO: ¿Y si tú les pegas y yo me echo la culpa? (Pausa.) A mí nunca me dicen nada.
LUCÍA: Ni siquiera puedes copiar bien un examen.
EDUARDO: Sacaste seis.
LUCÍA: Es “mi seis”. Déjame pensar. No.
EDUARDO: También a mí me molestan por eso.
LUCÍA: (Sin comprender.) Yo no soy gorda.
EDUARDO: No eso. Lo otro. Y soy llenito.
LUCÍA: ¿Qué?
EDUARDO: Llenito, no gordo. Eso dice mi mamá. (Lucía ríe.) ¡Cállate! ¡Ya!
LUCÍA: ¡No sabe nada! Nunca vayas a decir en el salón lo que dicen las mamás. Se van a burlar.
EDUARDO: Siempre lo hacen. Aunque no lo diga. Pensé que juntos… Tú les pegas y yo me echo la culpa. Así ya no tienes que inventar lo de ese Ringo. ¡Ni saben quién es!
LUCÍA: Todos saben quiénes son los Beatles.
EDUARDO: El Sope y el Res, no.
LUCÍA: Esos tarados dijeron eso, porque esto, los dejó con la cara así. Mira.
EDUARDO: Están amarillos.
LUCÍA: Fíjate bien. Son únicos: recortes de colección.
EDUARDO: Cualquiera los puede tener.
LUCÍA: Puedo conseguir su autógrafo.
EDUARDO: Si fuera tu papá, iría a la escuela y ya.
LUCÍA: Tiene mucho trabajo.
EDUARDO: Los Beatles ya ni existen.
LUCÍA: ¿Los conoces? (Eduardo asiente.) ¿Sabes quién es Ringo?
EDUARDO: El de la narizota.
LUCÍA: ¿Ves? Yo también la tengo así.
EDUARDO: ¿Y por qué le dices Ringo y no papá?
LUCÍA: ¡Así le gusta más!
EDUARDO: Tu examen decía Ana Lucía Sánchez Sánchez, no Ana Lucía Starr.
LUCÍA: ¡Porque soy de México!
EDUARDO: ¡Ay, ay, ay, ay! ¡Está bien! ¡Déjame! ¡Por favor! ¡Creí que juntos nos podíamos defender! ¡Suéltame! ¡Pensé que también te decían de cosas por no tener papá!
LUCÍA: (Toma su walkman y graba, susurrando.) Unas semanas y ya surgió otro caso. ¡Oye! ¿¡A dónde vas!? Espera. ¡Puedo ayudarte!
EDUARDO: (Pausa.) ¿Les vas a pegar?
LUCÍA: A encontrarlo.
EDUARDO: Eso. Eso no se puede.
LUCÍA: ¿Por qué? (Pausa.) Déjame ver mis apuntes. (Pausa.) Me equivoqué, ¿verdad? Aquí lo tengo: tienes los ojos así porque… “cuando un papá se muere, sólo dan ganas de dormir”.
EDUARDO: ¡Así nací!
LUCÍA: ¿No se…?
EDUARDO: No.
LUCÍA: ¿Sabes guardar un secreto?
EDUARDO: Sí.
LUCÍA: Dime uno que hayas guardado.
EDUARDO: No. Es secreto.
LUCÍA: Bien, pasaste la prueba. Te juro que si dices algo, te hago carnitas. (Pausa. Susurra.) Soy detective. Me dedico a investigar casos como los… como el tuyo y el de él. Mira. (Toma su walkman y pone una cinta.)
EDUARDO: ¿Y esa cosa, qué?
LUCÍA: Es “de colección”, no puedes escuchar a los Beatles o ser detective sin uno así.
EDUARDO: Está viejo.
LUCÍA: Como tu mamá.
EDUARDO: ¡Oye!
LUCÍA: Pon atención y escucha. (Le pone los audífonos, Eduardo mueve la cabeza al ritmo de la música.) ¿Qué haces? (Toma uno de los audífonos y escucha; cambia de lado la cinta.)
EDUARDO: (Observa a Crescencio y trata de ocultar su sorpresa.) Eso qué. Sabes todo eso de él porque lo sigues. A todas horas. A veces, cuando no te ven, hablas con él.
LUCÍA: ¿¡Me copias y también me sigues!?
EDUARDO: No. Yo. Yo también soy detective.
LUCÍA: Ni siquiera tienes uno de éstos. (Pausa.) ¡Sí!, no es tan fácil. Mi mamá apenas lo encontró. (Pausa.) Demuestra que eres uno: ve y hazle una pregunta que sólo un buen detective puede hacer.
EDUARDO: ¿Y por qué a él?
LUCÍA: Para que tú solito saques tus propias conclusiones. Yo he investigado mucho. Todas las tardes. Mira. (Le quita los audífonos al walkman; pone play y la cinta suena a todo lo que da el aparato.) “Conclusión uno: todos los niños del mundo, cuando no tienen papá, crecen, viven en la calle y buscan basura”.
EDUARDO: Pero tengo casa.
LUCÍA: ¿No escuchaste? Dije cuando crecen. Ve con él. Un detective de verdad nunca se queda con dudas.
Eduardo camina decidido hacia Crescencio, ella lo sigue. Al estar frente a él, ninguno de los dos sabe qué hacer. Crescencio esconde sus fotografías. Lucía muestra su walkman.
LUCÍA: Lo conseguí. Es igual.
CRESCENCIO: (Asiente.) Bien. Muy bien. Póntelos. Ayudan y alejan.
LUCÍA: Te toca.
CRESCENCIO: Sí. Espera. Debo escuchar el sonido. Saber si es la misma interferencia. No escucho.
LUCÍA: Es… como un (pausa.) Fuuush. (Crescencio asiente.) Fuuushpaaa. (Crescencio asiente.) Fuuushpaaaguuuaaauuuu.
CRESCENCIO: (Asiente, convencido.) Misma onda. Misma frecuencia. Sonido: muy poco.
LUCÍA y CRESCENCIO: (Empatan sus sonidos y hacen uno solo.) Fuuushpaaaguuuaaauuu.
EDUARDO: ¿¡Qué!? ¿¡Qué hacen!?
CRESCENCIO: ¡Lo sabía! No se puede confiar. Nunca. Siempre preguntas y más preguntas. ¡Mientes! ¡Preguntas! ¡Rastreas!
LUCÍA: ¡Conseguí la detectora! (Pausa.) La encontré. Si fuera uno de Ellos, no te la daría.
CRESCENCIO: ¿La tienes?
LUCÍA: (Asiente.) En ese bote. A la derecha. En la bolsa de papas.
CRESCENCIO: (Musita.) Es detectora pero es trabajo, Lucy. Trabajo. (Hurga en el bote y encuentra una cámara desechable.) Baja frecuencia. No es.
LUCÍA: ¡Es nueva!
CRESCENCIO: ¡No es! (La examina.) ¿Miras? Baja frecuencia. Ustedes dos. Juntos. ¡Ahora!
EDUARDO: ¿Qué…? / Lucía: Sht, ¿No viste?
CRESCENCIO: (Toma una fotografía y escucha el sonido. Repite el procedimiento.) Es de baja frecuencia.
LUCÍA: No me alcanzó para la otra. Podemos juntar. (Le extiende un billete.)
CRESCENCIO: Nunca preguntas personales. Tres y eres uno de ellos. Quietos. Ahí. Sólo silencio. (De su bolsa de plástico saca una cámara estenopeica. Abre la caja el tiempo suficiente para que sea una buena fotografía.) Quietos.
LUCÍA: Él no quería preguntar… Está… (pausa.) confundido porque… También los escucha, ¿verdad?
EDUARDO: ¡Ay!
LUCÍA: Sht. Sígueme.
EDUARDO: Sí. Los. Los… escucho. (Crescencio lo observa, desconfiado.) Fush. (Crescencio niega.) Fush. (Crescencio niega.) Fuuushpaaa. (Crescencio asiente.)
CRESCENCIO: Sí. ¡Sí! Son. Misma interferencia. Los escuchan. (Los niños asienten.) Interceptan, interfieren, preguntan. No preguntas personales. Jamás. A mí nunca. Puedo porque no interfieren, ¿entendido? (Los niños asienten.) Y puedo porque no interceptan. (Pausa.) Se puede confiar, pero hay que ir lento. Los rastrean y son unos niños. (Susurra a los niños.) Un día. Un lugar, donde las ondas no llegan. Lo tengo. Tal vez tú funcionas también como señal y tratan de interceptar. Sí. Eso. Entonces es la señal. Después un lugar donde Ellos no interfieran. Un día, otro lugar y todo bien. Hay peligro. Hoy hay peligro. Otro día. Pueden interferir ahora. Otro día. Tratan de rastrear. Corran. ¡Corran!