Tres poemas de William Beltrán al que le hicimos homenaje en 2015 (Artepoética Press). Este año se pone un ladrillo conmemorativo en la casa natal de Whitman a nombre de William.
-Carlos Aguasaco, editor de Artepoética Press.
Arte poética
Cuando después de tres o cuatro sismos,
mis laberintos enmudecen
entre algunos abismos cortos,
no tan cortos como las palabras:
intento telarañas retóricas.
Mi problema es despertar sin piso,
como Pegaso o como Ícaro.
El papel –sofisma es
capaz de arrancar un llanto,
o una canción de cuna;
dejo siluetas marcadas en lo que clavo en el tiempo -efímero
enemigo-.
Y entonces:
soy quijote de grafismos,
mi Dulcinea…
Cuando vuele otro poema,
como Pegaso,
o como Ícaro.
A solas
Tomé su ropa sucia
y como es obvio:
la boté por la ventana.
No tuvo dinero para comprarse un cuerpo.
Ni daban posada
en cualquier nombre.
Así es que, no se fue,
aquí,
hay alguien…
mirándome al espejo.
El “rictus” del payaso
Invisible significa,
divisible en enésimos fragmentos de aire
que otros no quieren respirar.
Invisible significa,
El reflejo del rostro, en otro
que no inmuta mueca alguna.
El humorismo es invisible
al más alto nivel de intromisión.
El eco, jugando a necio donde no existe
respuesta alguna. Con humor.
En escena:
Un payaso autor (el niño necesario).
La cuerda del saltimbanqui: el escenario.
La cuerda, fina y tensa
es el trazo seguro de la ciencia nauseabunda,
el impoluto rastro del “pensar correcto”.
La raya bajo el nombre
que obliga a firmar —y afirmar—.
La risa del payaso es invisible…
No acontece para el otro,
como la risa del autor.
Si acontece: es apariencia;
Vaho,
humo;
Estupor.
Invisible significa, no por esto,
no presencia sobre la cuerda suspensa.
Vulgar “sostén”, ella, amargada vieja necia
que resiste envejecer.
Hoy hay función en el rostro,
como siempre hay humor.
Atiborrado el auditorio,
pletórico el bufón.
Invisible significa,
que la gente nunca sabe,
que el payaso vive ebrio
y desde siempre un saltimbanqui.