Por: Gabriela Muñoz
I
Voy a vivir en Nueva York.
Voy a tener una oficina en el piso 47 de un edificio en Manhattan.
Aprenderé a usar tacones y a sentirme fabulosa, a ignorar las ratas, a olvidar la soledad de las grandes ciudades cuando nadie en ellas te ama.
“Voy a vivir en Nueva York”, declaré cuando tenía 13 años, tal vez menos. ¿Por qué?
Variables:
-Nueva York es todo lo opuesto a Los Mochis, Sinaloa.
-Anhelo de verticalidad y ajetreo cuando se vive en una tranquila horizontalidad.
-Me hicieron aprenderme la letra de “America” de Neil Diamond en cuarto de primaria para cantarla en un evento escolar.
-Todos los bootlegs de conciertos que descargaba de mis bandas emo favoritas eran en recintos neoyorquinos.
-Estaba obsesionada con la vida televisada de seis Amigos.
Se pueden considerar otros productos de la cultura popular que sugerían que Nueva York era el lugar donde estar.
Nunca he vivido en Nueva York.
Hay neoyorquinos que ya no pueden vivir en Nueva York.
Han sido desplazados por foráneos que tal vez tienen las mismas aspiraciones que yo.
Yo no soy celebridad ni la clase de expat que encarece rentas.
Nunca he vivido en Nueva York.
Siempre quise ir a Nueva York. Siempre.
II
No intento ocultar nada ni aparentar nada.
Toda esa primera parte es una imitación de una escritora neoyorquina que siempre quiso ir a China.
-Su apellido suena como domingo en alemán.
-Se posicionó contra la interpretación.
-Ella, etcétera.
III
Creía que cruzaría el puente de Brooklyn y terminé cruzando la Bahía de Nueva York hacia Staten Island.
Por primera vez en mi vida, planeé un viaje con tiempo. Tendría que ver con el hecho de que era el primer viaje que pagaba con mi propio sueldo. Tendría que ver con el hecho de que era al lugar de mis sueños de adolescencia.
Brooklyn era donde los viajeros como yo debían estar.
E. reservó el Airbnb en Williamsburg. Dos días antes del viaje, la dueña del departamento nos canceló con una disculpa desganada. Juré nunca más despreciar la postergación, hasta entonces me había funcionado muy bien.
Unos amigos de E. nos dejaron crashear en su sala, en un departamento en Staten Island.
Sólo era un viaje de 30 minutos desde el Bajo Este de Manhattan.
Lo malo: Staten Island no le causa envidia a nadie. Lo bueno: No fui como cualquier turista – Staten Island no le causa envidia a nadie.
IV
Llevaba días intentando recordar un artículo que leí hace años sobre cómo los turistas han arruinado Nueva York.
Sólo me acordaba de que, de alguna forma u otra, Taylor Swift tenía la culpa.
Algo de cómo el slogan de Nueva York había cambiado y eso nos hacía pensar que éramos bienvenidos.
Creía recordar algo de que los neoyorquinos no nos quieren ahí, con nuestras cámaras y nuestra admiración y nuestras ganas de pararnos a verlo todo.
Busqué:
welcome to new york tourists change
Busqué:
welcome to new york motto
Busqué:
new york attitude tourists
Mi consulta lanzó títulos como: ¿Qué piensan los neoyorquinos de los turistas?; Los mayores errores que cometen los turistas en Nueva York; Cómo NO parecer turista en NY.
Ajá. El octavo resultado fue un artículo de Vice llamado “Tourism Is Eating New York Alive”. Me reí sola porque recordé que solía leer Vice.
Este artículo detalla cómo el gobierno neoyorquino ha puesto gran energía, desde los años 70, para borrar la imagen osada de la ciudad y sustituirla por una versión aprobada por Disney que invita a los turistas.
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En 1975, cuando la metrópoli había logrado atraer alrededor de 16 millones de turistas al año, los sindicatos de policía y bomberos, amenazados por el alcalde con reducir el presupuesto a sus departamentos, lanzaron un panfleto llamado “Welcome to Fear City”. En su portada, la muerte encapuchada; su subtítulo, “Una guía de supervivencia para los visitantes a la ciudad de Nueva York”. Dentro, nueve lineamientos para sobrevivir en la ciudad antecedidos por el consejo de: “manténgase lejos”.
A pesar de que era una forma de presionar al gobierno para no eliminar elementos de la policía y bomberos, el panfleto se ha convertido en un objeto de culto para neoyorquinos anti-turistas: “Los turistas no tenían nada de sagrado” para que luego el gobierno priorizara sus necesidades y deseos sobre los de los residentes, convirtiendo a Nueva York en otra cosa.
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“Una diferencia importante entre los años 70 y hoy es que en los 70, los turistas estaban asustados. Regresar al hotel con vida era uno de los elementos en su lista de cosas por hacer. Ahora sonríen como si todo lo que vieran fuera lindo y presumen sus bolsas de compras como si fueran trofeos de cacería, su experiencia en Midtown confirmando todas sus expectativas de ser Carrie Bradshaw”.
James Wolcott en Vanity Fair
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(Aprender a usar tacones y sentirse fabulosa.)
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Cada estrategia pro turistas obviamente incluye una amplia campaña publicitaria. Durante Bloomberg, el plan se nombró “50 by 15”, porque buscaba contabilizar 50 millones de turistas anuales para el 2015. El ejecutivo que la diseñó había trabajado en campañas para Disney y Coca-Cola. En el 2014, apuntaron a Taylor Swift como “embajadora de bienvenida” y mostraron en espectaculares las palabras “Welcome to New York: It’s been waiting for you”. La maniobra parecía contradecir la esencia del lugar. Después de todo, NY era famosa por ser la ciudad que todos querían ❤, no por ser la anfitriona perfecta que espera sentada a que toquen a la puerta (y va Taylor, que ni siquiera es de ahí, y la abre).
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Todo esto lo parafraseé del artículo de Jeremiah Moss.
V
Las cosas que se me han impregnado sobre pertenecer en Nueva York:
En How I Met Your Mother, los cinco amigos compiten por comprobar quién es más neoyorquino que el otro.
No es suficiente un código postal.
Todos quieren vivir ahí, piensan: entonces hay que ganárselo.
Los mismos cinco amigos tienen una lista sobre lo que te hace un verdadero neoyorquino. Ésta incluye:
-Aplastar una cucaracha con la mano.
-Llorar en el metro. (Y que no te importe lo que piensen los demás).
-Quitarle un taxi a alguien que lo necesite más que tú.
-Ver a Woody Allen.
Adjetivos sobre la magnitud de la lista que contiene todas las películas y series que he visto (y que tengo en espera) sobre Nueva York: épica, patética. Vigorizante.
VI
“Nadie debería venirse a vivir a Nueva York a menos que esté dispuesto a ser afortunado”. Apenas este año comencé a ver Sex and the City. De ahí saqué esa frase que Carrie Bradshaw cita.
La palabra original es lucky. Afortunado o suertudo.
La frase es del autor con la pieza en prosa más citada sobre Nueva York. (This is New York).
Pistas:
-Fue uno de los primeros colaboradores de la revista The New Yorker.
-Escribió libros para niños.
Encontré esto en su artículo “The look of a native”, recopilado en sus escritos para el New Yorker (1927 -1976) :
De hecho, los extranjeros se mueren de ganas de aparentar ser nativos. El neoyorquino promedio puede reconocer a un extranjero fácilmente. Los extranjeros son muy cuidadosos de no voltear a ver los edificios altos, por miedo a que sean reconocidos.
VII
Dato extra relacionado al autor no nombrado:
El primer libro que recuerdo haber dicho que leí y que no lo hice: La telaraña de Carlota.
Solía avergonzarme de no haber empezado a leer desde pequeña. Y suena ridículo, puesto así, porque empecé a leer los libros de Harry Potter cuando estaba en cuarto o quinto de primaria. Es algo que, paradójicamente, se ha suavizado con la edad. A los 30, cualquier cosa que hagas se espera que ya la hayas hecho antes. Mientras eres joven, todavía existe el peso (al menos para alguien como yo, habitante eterna del cuadro de honor) de ser una niña prodigio.
Lectora lenta, me avergonzaba de la cantidad de libros que había leído. Más bien, de cuándo había empezado a leer. Siempre había culpado a mis papás de no haber adquirido ese hábito de pequeña, porque en mi casa soy la única que lo tiene. Decía y digo que no había libros para leer. Pero La telaraña de Carlota sí estaba en mi casa y no lo había leído. No me costó trabajo convencerme a mí misma de que lo leí de muy chica y pretender que no lo recordaba, pero lo agregaba a mi lista, como si una línea más hiciera una diferencia.
No siento que se me acaba el tiempo porque de cierta forma siento que ya se me acabó.
El tiempo para ser excepcional, digo.
Tengo el tiempo suficiente para lograr algo a mi propio ritmo.
Ya he fracasado lo suficiente sin poder culpar a alguien más.
VIII
David Foster Wallace escribió: “Como turista te vuelves económicamente significante, pero existencialmente aborrecido”. (Esta cita la leí en un libro sobre Dafen, que discurre, a mi favor, en torno a las relaciones entre copia, imitación y homenaje).
IX
Fui a Nueva York en el 2016.
Fue en el 2016 cuando la cantidad de turistas sobrepasó por primera vez los 60 millones.
Me preocupé por imitar lo mejor posible lo que creo que es un neoyorquino: cool, indiferente, difícil de impresionar, odiadora de los turistas.
Nos quedamos en un departamento en Staten Island.
Nos subimos al ferry a mediodía cargando nuestras maletas. El barco estaba lleno de familias y parejas con camisetas de I ❤ NY y sombreritos de fomi imitando la Estatua de la Libertad.
Desde el ferry se puede ver la isla, en el trayecto todos toman fotos.
Yo no, yo me estaba transportando. “No es un viaje de placer, tengo que llegar a Staten Island a dejar esta maleta.” Critiqué en silencio a los turistas ridículos, no eran como yo.
Y no eran como yo. Ellos sí se permitieron la alegría de ver en persona los lugares de sus sueños.
¿A quién buscaba impresionar? ¿A un neoyorquino aleatorio y desconocido que refunfuñara ante los turistas?
En mi primera noche en Nueva York fuimos a un concierto a Madison Square Garden. Vimos a Brand New, mi banda favorita de la preparatoria, y a Modest Mouse, mi banda favorita de ese entonces. Quise agregarle el simbolismo de juntar a la Gaby del pasado con la del presente.
Antes del concierto, E. me dijo: “¿quieres ir a ese lugar horrible?, ¿cómo se llama?”. No supe contestar su vaga pregunta. “Ese lugar horrible que son puras luces y está atascado de turistas”. “Ah, Times Square”.
E. vivía en Boston entonces y odiaba Nueva York. No me lo había dicho cuando estaba planeando mi viaje. Así estuvimos alrededor de tres días. Todo lugar era horrible, una trampa de turistas, una estafa, un lugar ni-tan-impresionante. Los edificios eran meros materiales de construcción; las estatuas, piedras; las calles, oportunidades para chocar con turistas.
Me descubrí claustrofóbica entre los altos rascacielos de Manhattan. No me dejé impresionar por la Estatua de la Libertad, desestimé las luces que me bañaban en Times Square, no dejé que me deslumbrara Central Park, no puse un pie en el Empire State ni en el puente de Brooklyn.
Me encargué de no estorbar.
Me encargué de no ser demasiado entusiasta.
¿A quién buscaba impresionar? ¿A un neoyorquino aleatorio y desconocido que refunfuñara ante los turistas? ¿A mi amigo que odiaba Nueva York? Son pocas las veces en las que se cumple un sueño de adolescencia. No sé si porque estos cambian o pierden relevancia. O nosotros cambiamos. Todavía mantengo unos pegados al pecho.
Ya me despedí de la idea de tener una oficina en el piso 47 de una urbe.
X
La señora Domingo escribió:
“Cuántos, cuántos viajes debemos emprender para no estar huecos ni ser invisibles”.
El señor neoyorquino autor de libros infantiles escribió:
—¿Y qué es lo que los hombres atrapan en el puente de Queensborough? ¿Insectos? —preguntó Wilbur.
—No —respondió Carlota—. No cazan nada. Simplemente trotan entre uno y otro extremo, pensando que en el otro lado hay algo mejor. Si se colgaran cabeza abajo en lo alto de aquella cosa y aguardaran en silencio, quizás les llegaría algo bueno. Pero no… con los hombres es siempre prisa, prisa, prisa, a cada minuto que pasa. Me alegra ser una araña sedentaria.
—¿Qué significa eso de sedentaria? —preguntó Wilbur.
—Significa que paso sentada buena parte del tiempo y no me lanzo a vagar por el mundo. Sé distinguir una buena cosa cuando la veo y mi tela de araña es una buena cosa. Aquí estoy preparada para lo que venga. Me proporciona la posibilidad de pensar.
(…)
—Cuando me cuelgo cabeza abajo de lo alto de mi telaraña. Entonces es cuando pienso, porque toda la sangre se me va a la cabeza.
Me preparo para pensar mejor.
Dejo la computadora a un lado.
Me acuesto en el sillón.
No tiene descansabrazos.
Me arrastro hasta el borde y dejo caer la cabeza.
Cierro los ojos.
Siento que mi corazón palpita en mi garganta.
El flujo de sangre a la cabeza.
Sólo pienso en Spider-Man.
Beso de cabeza.
El flujo de la emoción.
Abro los ojos.
Los cierro de nuevo.
Pienso en que mi hermana fue a Nueva York mucho antes que yo, en un viaje universitario.
Me invitaron. Mi mamá me dijo que podía ir si me daban permiso en la prepa.
A mí, habitante eterna del cuadro de honor que soñaba con ir a Nueva York, me dijeron: “¡Claro! ¡Ve y cumple tu sueño!”. Mi mamá se retractó.
Al regreso, mi hermana me parecía la persona más insoportable del mundo: cada serie y película que veíamos, me decía “yo estuve ahí”.
Los abro de nuevo.
Todo está borroso.
Recuerdo que soy miope.
Me pongo de nuevo los lentes.
Tal vez debo acostumbrarme a la incomodidad.
Pensar en la incomodidad.
¿Cómo sería un texto que surge desde el pensamiento incómodo?
XI
Extractos de un viaje. (Esta estructura la copié de un cuento de Lydia Davis)
Madrugada (Viaje en taxi)
3:16 AM. Gurjit es mi conductor. Me habla por teléfono para preguntarme dónde estoy. Nuestros acentos son incompatibles. No me entiende y no le entiendo. Pienso que es bonito. Total: 33.62 USD
Si piensas en algo, hazlo
Muchas personas piensan: “Quisiera hacer esto o aquello”.
Adultez
Siento simpatía por mi propia adultez. Me dejé creer que ser madura era guardarte las emociones.
Mi encuentro con KV
Dediqué toda una tarde a sentarme en una banca. Busqué la banca favorita de Kurt en Dag Hammarskjöld Plaza, tenía una pequeña plaquita. Pensé (tuve que forzarme a pensar): “Si esto no es una Buena cosa, no sé qué lo sea”.
Un pequeño episodio
Caminamos al número 228 de la calle 48 Este. Ésta fue la última casa de Kurt. Me senté en las escaleras a ver el barrio. Quería ver lo que él había visto. Atisbé cartas bajo la puerta. Quise tomar un sobre, saber quién vivía ahí ahora. E. me dijo “Gaby, eso es un delito federal”.
Me he cuestionado qué es verdaderamente el arte
Fuimos al MET. Yo seguía en mi papel de turista original y difícil de impresionar. E. me preguntó qué quería ver. Le dije que fuéramos a ver el arte africano, porque el arte europeo era para turistas y pro-colonizadores. Después de un rato, dije “fuck it” y pasé minutos enteros frente a los Monets.
Algo emotivo
En mi último día en Nueva York, decidí ir por un bagel. Entré al local vacío con mi maleta. Me quedé varios minutos leyendo los letreros con los menús. Pedí un bagel de pechuga empanizada y un tazoncito de sopa de elote. El señor que trabajaba ahí me habló en español. Me dio un vaso y me dijo que me sirviera una bebida también, y que la sopa iba por su cuenta. Me vio con lo que él seguramente creyó empatía ante la misma situación que él había vivido, quizás, años antes. Me vi como me vio él: una muchachita desorientada con una maleta. No me preguntó nada, pero me tendió la mano, aunque mi situación era de turista que ya va de regreso a casa y no de inmigrante recién llegada. Acepté su generosidad y agradecí a la vida que hubiera personas como él.
Una conexión perdida
Llegué a JFK en el metro. Necesité usar el AirTrain para llegar a la Terminal 4. Un muchacho francés se subió con una maleta. Era muy guapo. Me preguntó algo que ya no recuerdo. Platicamos unos minutos. Después me preguntó en qué parte de la ciudad me iba a quedar. Le dije que iba de salida y su cara se puso genuinamente triste. Me sorprendió que alguien pudiera lamentar no conocerme. Pensé que realmente podía pasar cualquier cosa en esa ciudad, sólo llegué demasiado temprano. Deseé quedarme y poner a prueba mi suerte. Sólo era cuestión de estar dispuesta, después de todo. Cuando me percaté de dónde estaba en realidad, ya estábamos llegando a la Terminal 5.
Bien hecho, jovencita.
Sobreviví.
XII
Soy un compendio de todas las voces que he escuchado o leído.
XIII
La trama de La telaraña de Carlota es ésta: Wilbur es un cerdo que nace muy pequeño y muy inquieto, por lo que el señor Arable quiere matarlo aún siendo lechón. Su hija Fern lo salva y ella misma lo cuida. Cuando crece, venden el cerdo al tío Zuckerman, que tiene un granero. Ahí se hace amigo de la araña Carlota y aprende, de una oveja, que lo van a matar para Navidad. Carlota le promete salvarlo. La forma en que lo hace es tejiendo en su telaraña palabras para alabar a Wilbur: “Vaya cerdo” escribe en su telaraña; “tremendo”, “radiante”, “humilde”.
El mismo cerdo, ahora, se convierte en atracción turística. Viajan de otros estados a verlo. Cuando lo ven, reconocen en él las cualidades escritas en la telaraña.
Tal es la admiración por Wilbur que lo llevan a la feria y gana un premio (spoiler alert).
La campaña publicitaria de Carlota funcionó.
XIV
Mi mamá escribió bajo la foto que compartí en redes sociales: “Dreams come true!!!”
Pensé en lo fácil que era cumplir sueños que sólo implicaran estar.
Estar en un lugar.
Moverse de punto A a punto B.
Ojalá todos los sueños fueran tan fáciles como subirse a un avión.
Lo difícil es lo que viene antes.
El trabajo para pagar las vacaciones o la difícil decisión.
Ojalá todos los sueños fueran tan fáciles como subirse a un avión, pensé, desde mi posición privilegiada de turista con los dólares ahorrados durante más de un año.
El hermano más alegre de mi papá decidió dejar el rancho para trabajar de lavaplatos en el otro lado. (Esta historia es muy personal, pero no es única).
Mi tío tocaba la guitarra todos los días, daba serenata a su abuela. Lo escuchaba en la ventana.
Cuando se fue, cayó en depresión. Todos cayeron en depresión.
Embarazó a una mujer, de gemelos. La boda pareció un funeral. (Me cuentan, yo aún no nacía).
El hermano más alegre de mi papá ya no se ve tan alegre.
XV
Copio la forma, pero no me acerco al contenido. Es un anhelo que tiene que ver menos con el origen y más con la aspiración. Un sueño que reconozco cliché.
Empecé a escribir cuentos en la secundaria. Todos empezaban así: “Muchos años después…”
XVI
Nueva York, vaya cerdo.