Loredana Volpe
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Sobre el extracto
La primera temporada de esta pieza se estrenará en catalán en la Sala Versus-Glòries de Barcelona en noviembre de 2021, producida por la Cia. La Salamandra, e interpretada por Chap Rodríguez Rosell, Xavier Pàmies, Patrícia Mendoza, Ignasi Guasch, Marc Pujol y Anna Casas, dirigida por Loredana Volpe. El fragmento que podréis leer constituye una de las tres historias que se hilvanan en la obra.
Personajes
EDMUND, dramaturgo desempleado
SAMUEL
HOMBRECILLO, de baja estatura
FABIO
Escena 2 (Acto 1): El enigma perdido
Se abre la puerta de la habitación contigua. Edmund está sentado en el escritorio tomando notas con asombrosa agilidad si observamos el hecho de que lleva un cabestrillo que solo le permite hacer uso de una mano.
SAMUEL: Fabio me ha dejado entrar.
EDMUND: (Escribiendo.) Siéntate, siéntate. Dame unos segundos y acabo.
SAMUEL: Me ha sorprendido que no estuvieras en tu habitación. Ya estás mejor, entonces.
EDMUND: (Responde distraídamente, concentrado en cambio en los apuntes.) Sí.
SAMUEL: No han pasado ni dos semanas desde el accidente. Deberías estar en cama, como ha dicho el médico, recuperándote.
EDMUND: (Concentrado aún en los apuntes.) Trece días.
SAMUEL: Te he traído una botella.
EDMUND: Sí, sí.
SAMUEL: ¿Sí? ¿Me la bebo solo?
EDMUND: Sí… No. Lo siento. Estaba… Ya casi estaba… No importa. (Levantándose. Lo abraza.) Qué gusto que hayas venido, Samuel. (Cogiendo la botella.) ¿Campari? (Murmurando.) Me parece que tengo vermú… ¿Te apetece un negroni?
SAMUEL: ¿Ya puedes beber?
EDMUND: (Desde el minibar, a un lado del sofá, abriendo la botella.) ¿Qué quieres decir?
SAMUEL: ¡Pero si ya estabas bebiendo!
EDMUND: Solo un vasito de whisky. Siempre me tomo uno antes de dormir. (Preparando las bebidas.) Dicen que es muy bueno para el corazón y para calmar los nervios.
SAMUEL: Pero si es de día.
EDMUND: (Entregándole el vaso a su amigo.) ¿Tan pronto ya?
SAMUEL: ¿Cuántas horas llevas trabajando?
EDMUND: Desde que me dieron el alta. (Brindando.) Ya casi estoy terminando la obra. Voy por el último acto.
SAMUEL: ¿La del crimen en la habitación cerrada?
EDMUND: En una habitación con puertas y ventanas cerradas, y aseguradas por dentro, esto es importante, se comete un terrible asesinato. ¿Cómo escapa el asesino?
SAMUEL : (Bebe antes de responder.) Quizá había algún resorte oculto por alguna parte, en una de las ventanas.
EDMUND: Esa es la admirable solución que le da Poe al problema en Los crímenes de la calle Morgue. Sin embargo, y aunque es un cuento sin duda magistral en su narrativa…
SAMUEL: Lo es.
EDMUND: (Continúa.) …el autor recurre a la intervención de un orangután de habilidades sobrehumanas para explicar el suceso, y no solo eso, se vale además de una curiosa ventana con resorte por la cual puede escapar el perpetrador, una ventana cuyo clavo pasa desapercibido sorprendentemente para los investigadores, pero no para Auguste Dupin, claro está. No. Esto es diferente. Supongamos que en este caso las ventanas no disponen de tal mecanismo, es más, supongamos que ni siquiera tenemos ventanas, y que las puertas están cerradas y bien aseguradas por dentro y que el asesino es tan normal y tan humano como tú o como yo.
(Samuel ríe.)
SAMUEL: Que alguien me explique que tienes tú de normal.
EDMUND: (Continúa.) Yo hablo de una solución verdadera al enigma del espacio cerrado.
SAMUEL: En ese caso, no sabría decirte cómo ha podido entrar a la habitación, cometer el crimen y escapar sin que lo vieran.
EDMUND: ¡Exacto! ¿Cómo puedes saberlo? Yo lo sabía, Samuel, hace unos días, antes del accidente lo sabía. Una docena de escritores, mucho mejores que yo, han tratado el tema del espacio cerrado, pero ninguno ha podido resolverlo de forma convincente. Pero yo lo había resuelto. Era tan sencillo, tan obvio, tan claro… ¡Y ahora lo he olvidado! ¡Es ridículo!
SAMUEL: Seguro que, si descansas unos días, se te despeja la mente.
EDMUND: ¿Descansar? (Parece desesperado.) No descansas cuando tienes algo así entre manos. He vivido tan intensamente las cinco vidas de cada uno de los personajes estos días que solo cuando he tratado de escribir la última escena del último acto comprendí lo que había perdido. En esencia, ¡todo el drama! Lo que hacía única la pieza. ¿Cómo pudo mi protagonista haber sido apuñalada en una habitación sin ventanas en la que se había encerrado con llave? ¿Cómo pudo haber entrado el asesino?
SAMUEL: Ya estaba dentro, quizá.
EDMUNDO: ¿Y cómo hizo para escapar y que la puerta permaneciera cerrada por dentro? No he pensado en otra cosa desde aquel día. El final, ¿cuál era el final? (Pausa. Se levanta, camina de un lado a otro.) Pero la idea no quiere volver. No, no, la única forma de saberlo es hablando con aquel hombre.
SAMUEL: ¿Qué hombre?
EDMUND: Un hombrecillo con el que estaba bebiendo cuando…
SAMUEL: (Alzando el vaso.) ¿Estás seguro de que no era yo?
EDMUND: No estoy bromeando.
SAMUEL: ¿Y qué pasó con el hombre?
EDMUND: No sé. Estábamos en el bar de siempre, el 14 de la Rosa, tomando unos martinis, hablando sobre el argumento de la obra y cómo resolvería el final. (Bebe.) A aquel hombre le hubieras contado cualquier cosa. Sentí por él un cariño de hermano casi instantáneo, aunque quizá era la bebida. Recuerdo que salimos juntos, unas horas después, era bastante tarde… pero en ese momento… fue que me atropelló un taxi y no supe nada más.
SAMUEL: ¿Cómo se llamaba? El hombre.
EDMUND: No me acuerdo. Íbamos de un bar a otro. Habíamos bebido mucho y yo iba tan borracho que aquel hombrecillo me llevaba por el brazo —eso sí que lo recuerdo, porque con mi constitución “atlética”, como comprenderás, no es nada fácil—, pero su nombre… No estoy seguro siquiera si me lo dijo.
SAMUEL: Si no sabes cómo se llama, veo difícil que puedas dar con él. (Bebe.) ¿Y a Fabio le parece bien que estés por ahí bebiendo hasta tarde con otro hombre?
EDMUND: (Inmerso en sus pensamientos.) ¿No salimos tú y yo a tomarnos algo de vez en cuando?
SAMUEL: Aunque es muy extraño.
EDMUND: ¿Qué parte de la historia?
SAMUEL: No, no, Edmund, piensa: ¿si tú hubieras estado bebiendo con un «camarada» durante toda la noche —con alguien que te inspiraba tanta confianza, como dices—, y, de pronto, esa persona tiene un accidente, te hubieras dado a la fuga así, sin dejar rastro?
EDMUND: Hombre, eso es un poco precipitado. Fue él quien llamó a la ambulan… (Calla. Silencio.) No, no fue él. (Pausa.) Cuando desperté ya estaba en el hospital y quien me acompañaba era una chica, la camarera. No había nadie más. (Pausa. Vuelve a sentarse.) Es cierto que aquel hombre apenas me conocía.
SAMUEL: Aun así…Cualquier otra persona se hubiera puesto en contacto o hubiera dejado algún mensaje para ver cómo estabas.
EDMUND: A lo mejor no podía quedarse por… cuestiones personales.
SAMUEL: Es muy curioso. Tal vez puedas preguntar en el bar, quizá la chica te dice algo más sobre él.
EDMUND: Tendrías que venir más a menudo, Samuel (Levantándose apresuradamente, deja la bebida sobre la mesa de centro y se dirige hacia la puerta de salida. Coge el abrigo.)
SAMUEL: (Siguiéndolo.) ¡Madre mía! Cuando te hayas recuperado del todo… ¡Espera!
(Salen. Negro.)
Escena 4 (Acto 2): El encuentro
Edmund está saliendo del bar. Samuel lo está esperando afuera.
SAMUEL: ¿No podíamos llamar?
EDMUND: ¿Llamar? Cuando el bar está tan cerca de casa.
SAMUEL: No tendrías que estar en la calle. Te operaron hace unos días apenas.
EDMUND: Trece días ya. Me siento bien. Perfectamente, diría.
SAMUEL: Te dieron una buena sacudida.
EDMUND: Una buena sacudida que me ha ayudado a escribir de un zarpazo en dos semanas de perfecto encierro y lucidez, lo que en otras circunstancias me habría llevado meses. ¡Lo mejor que he hecho en mi vida! Cuanto más fuerte le pegan al dramaturgo, tanto mejor trabaja. No podría estar más agradecido… si no fuera por esa pieza final perdida, ese punto muerto.
SAMUEL: ¿Y el camarero, te ha dicho algo útil?
EDMUND: Al parecer, aquella noche fue la primera vez que vio a ese hombre y no ha vuelto al bar desde entonces. Como a ti, se le hizo raro que desapareciera justo después del accidente. Me ha dicho que cuando el taxista que me atropelló entró al bar para pedir ayuda, el hombre ya no estaba.
SAMUEL: Ciertamente, es muy extraño.
(Pausa. Edmund camina de un lado a otro.)
SAMUEL: Volvamos a casa. Te acompaño.
EDMUND: Y si…
SAMUEL: ¿Qué pasa?
EDMUND: Y si este hombre escapó porque…
SAMUEL: (Bajando la voz.) ¿Crees que intentó… matarte y se dio a la fuga? He estado pensando en ello.
EDMUND: No, no. Es aún peor…
SAMUEL: ¿Cómo peor?
EDMUND: Tal vez lo que quería ese hombrecillo era apropiarse de mi idea. ¡Y no pude ser más estúpido! Le revelé el argumento y la solución sin siquiera conocerlo.
SAMUEL: Tienes que ordenar tus prioridades, definitivamente. Has tenido un accidente que hubiera podido ser mortal…
EDMUND: ¡Piénsalo! Quizá también era escritor o editor o quién sabe. Cualquiera pagaría lo que fuera por tener la solución a un enigma como ese. ¡La de copias que podría vender cualquier editorial!
SAMUEL: En todo caso, no sabemos cómo se llama, ni nada más sobre él.
EDMUND: Ya verás publicado, en menos de una semana, el titular: “La novela que todos quieren leer resuelve el misterio de la habitación cerrada, escrita por…” algún autorcillo famoso de estos que venden miles de ejemplares.
SAMUEL: No puedes hacer nada más ahora. Mi consejo: piensa en otra cosa. Tómate un poco más de tiempo. En unos días, con la mente más tranquila, quizá vuelve a tu memoria. (Parece que Edmund va a replicar.) Insisto.
(Pausa. Edmund parece sopesarlo. Responde.)
EDMUND: Estoy seguro… (Pausa.) De que, si llego a toparme con él, lo reconoceré. Y no será muy tarde. Tiene sentido. (Mirando alrededor.) Si yo pretendiera hacerme rico con la idea de otro, primero tendría que asegurarme de que ese otro no escriba la obra primero.
SAMUEL: Probablemente habrá pensado que estabas muerto, después de que casi te aplastara un coche.
EDMUND: Probablemente, pero no estoy seguro todavía. Y si yo no estuviera seguro, ¿qué haría? (Caminando de un lado a otro.) Tendría que confirmarlo con mis propios ojos. Tendría que corroborar si ese hombre aún vive.
SAMUEL: ¿En ese caso, por qué no esperó en urgencias para ver si habías sobrevivido o no al accidente?
EDMUND: Quizá tuve miedo. No quería que me involucraran o que mi nombre saliera entre los testigos. Eso es obvio. (Pausa. Se da la vuelta.) Pero hay otra forma de comprobarlo sin ser descubierto. Y nosotros estamos aquí, en plena calle.
(Edmund observa con disimulo en una dirección y otra.)
EDMUND: Tenías razón, Samuel. Tendríamos que haber llamado para no ponernos en evidencia. (Finge ajustarse los cordones de las botas.) Mejor caminemos.
SAMUEL: (Entre dientes.) ¿Crees que nos ha estado observando?
EDMUND: (Murmurando.) Puede ser. No mires hacia atrás. Vamos a la estación.
SAMUEL: (Girando la cabeza de forma involuntaria.) No puede ser que esté siguiéndonos, ¿no?
EDMUND: (Por lo bajo.) No mires. Camina.
(Caminan un poco más hasta que doblan la esquina. No los vemos por un momento. Bruscamente, Edmund da la vuelta y vuelve a aparecer. Camina con rapidez y choca violentamente con un hombrecillo que iba detrás de ellos y cuya presencia, hasta ahora, no habíamos advertido.)
EDMUND: Lo siento mucho.
(El hombrecillo ha dejado caer su bolso y unos papeles, que han quedado esparcidos por el suelo. Edmund le ayuda a recogerlos.)
HOMBRECILLO: No se preocupe.
EDMUND: Aquí los tienes. (Ofreciéndole los folios. Lo mira fijamente, sin soltarlos.) Te he estado buscando.
(Se miran. El hombrecillo coge los papeles. Edmund sentía por él, aunque no podía explicárselo, un cariño casi de hermano. Le pone una mano sobre los hombros. El alivio que sentía en aquel momento despejaba todas sus dudas sobre el hombrecillo.)
EDMUND: La verdad es que quería hablar contigo. ¿Tienes un momento? Vamos al bar. Está cerca.
HOMBRECILLO: ¿Disculpe? No puedo imaginar de qué quiere hablar conmigo.
EDMUND: Es una tontería, será solo un momento. Es sobre aquel argumento.
HOMBRECILLO: ¿Argumento?
(Pausa.)
EDMUND: Yo sé que estaba borracho aquella vez, muy borracho, pero si no me equivoco, tengo la impresión de que tú estabas completamente sobrio.
HOMBRECILLO: Si no bebo. Jamás en mi vida he estado borracho.
EDMUND: Menos mal. No te será difícil, entonces, recordar el punto preciso que necesito que recuerdes.
HOMBRECILLO: No entiendo de qué me está hablando. Estoy seguro de que usted me está confundiendo con otra persona. ¡Yo no lo he visto jamás en mi vida! Ahora, si me disculpa, tengo prisa. Siento no poder ayudarle. Buenas tardes.
(Edmund lo agarra por el brazo impidiéndole avanzar.)
EDMUND: Un momento. Sé que estaba ebrio, pero recuerdo que eras tú.
HOMBRECILLO: ¿Quiere soltarme?
EDMUND: (Sigue sujetándolo.) Disculpa, pero necesito aclarar esto.
HOMBRECILLO: Suélteme, por favor.
EDMUND: Dices que jamás me has visto. (Disminuyendo la presión.) Pero, ¿no estabas en el 14, el 14 de la Rosa, la noche del 27, entre las diez y las cuatro aproximadamente? ¿Y no bebiste conmigo un par de copas mientras comentábamos el argumento del drama en el que estaba trabajando?
HOMBRECILLO: Ya se lo he dicho, yo a usted jamás lo he visto.
EDMUND: (Alzando la voz.) Usted, usted. ¡Pero si estuvimos bebiendo juntos casi toda la noche! ¿Y no recuerdas que por poco no vivo para contarlo cuando me atropelló un taxi a la salida?
HOMBRECILLO: De verdad, no sé de qué me habla.
(Antes de que pueda retirarse, Edmund le impide el paso.)
EDMUND: Mira… Mire. Yo no sé nada de sus asuntos personales, tampoco quiero saberlo. Puede que tenga algún motivo para no querer verse involucrado como testigo en un accidente. No lo sé ni me importa. Lo único que me interesa es que vuelva a contarme el argumento tal como yo se lo dije aquella noche. No tengo intenciones de revelar su nombre. Puede estar tranquilo. Solo quiero eso: que me cuente mi propia historia. Y no lo molestaré más.
HOMBRECILLO: Si yo pudiera ayudarlo, lo haría, pero nunca he oído esa historia de la que habla. Me está confundiendo usted…
EDMUND: ¿Quiere dinero? Dígame cuánto y se lo daré. Lo que haga falta.
HOMBRECILLO: Usted está loco o borracho, quizá sigue borracho, es evidente. Si me disculpa.
(El hombrecillo lo aparta con violencia. Cuando Edmund se da la vuelta para detenerlo, ha desaparecido. Silencio. Unos segundos después regresa Samuel, agitado.)
SAMUEL: Estabas aquí.
EDMUND: ¿No lo has visto?
SAMUEL: No he visto a nadie. Iba caminando y de pronto me he dado cuenta de que no estabas. Como me has dicho que no mirara…
EDMUND: ¡Es imposible que no lo hayas visto! Se ha ido en esa dirección.
SAMUEL: ¿Quién?
EDMUND: ¡El hombrecillo!
SAMUEL: No puede ser. ¿Dónde? ¿Dónde está?
EDMUND: Ha desaparecido.
(Negro.)
Escena 8 (Acto 3): Repetición
Samuel y Edmund están sentados en el salón. Edmund lleva un vaso de whisky en la mano que se tambalea amenazante conforme gesticula.
EDMUND: A ver qué te parece esto, Samuel. Uno tiene una idea, la pierde, la idea va de adentro hacia afuera, ¿no es así? Sale afuera, la idea, y vuelve adentro. (Bebe.) ¿Cómo puedes recuperarla?
SAMUEL: (Intentando quitarle el vaso.) Tendría que pensar más sobre eso.
EDMUND: (Bebiendo.) ¡Porque tiene que volver! ¡La idea tiene que volver! ¿Cierto, Samuel? ¡Samuel!, ¿cierto?
SAMUEL: (Arrebatándole el vaso.) En efecto.
EDMUND: (Levantándose torpemente y sirviéndose en otro vaso, derramando el licor al beber.) Pero yo ya lo he pensado (Riendo.) Aquel hombrecillo no se lo espera, lo que yo he pensado, Samuel.
SAMUEL: Ya has bebido suficiente por hoy. Dame eso.
EDMUND: (Hacia la puerta, dramáticamente.) ¡Cuidado!
(Entra Fabio. Trae un cubo con hielo y algunos vasos más.)
FABIO: ¿De dónde viene ese olor?
(Abriendo una de las ventanas. El olor se intensifica.)
EDMUND: ¿Dónde está la botella?
FABIO: (A Samuel.) Hay otra en el escritorio, siempre esconde una en el cajón de arriba, a la izquierda.
SAMUEL. Creo que ya ha bebido bastante. (Pausa. A Fabio.) ¿Puedo cerrar? El olor es insoportable.
EDMUND: ¡Pásame la botella!
FABIO: Sí, parece que viene de afuera.
(Samuel cierra la ventana y se dirige hacia el escritorio.)
EDMUND: (Adelantándose.) Puede que esté un poco ebrio, pero eso no quiere decir que se me olviden las caras. Por más borracho que esté. (Riendo. Abriendo los cajones del escritorio.) Las cosas sí que se me olvidan. ¡Je, je! (Sacando la botella.) Se la han bebido.
FABIO: Por fortuna.
EDMUND: (A Fabio.) ¿Y tú te vas a quedar aquí esta noche?
FABIO: Yo vivo aquí.
EDMUND: ¿Con el permiso de quién?
FABIO: Vamos a acostarte.
EDMUND: ¡Acostarme, acostarme! Dadme un respiro. (A Samuel.) ¿Y tú, tú también vives aquí?
SAMUEL: (Conteniéndose.) No, yo no vivo aquí.
(Samuel y Fabio se miran.)
EDMUND: Tengo mucho que hacer. ¡Mucho que hacer! Os tenéis que ir.
(Empujándolos y obligándolos a dirigirse a la salida.)
EDMUND: Me gustaría tener una velada tranquila de vez en cuando.
FABIO: ¿Te has vuelto loco?
EDMUND: Tengo mucho que considerar. (Haciendo un esfuerzo por pronunciar elegante y correctamente cada una de las siguientes palabras.) Correspondencias, conexiones, confabulaciones, consumiciones. Mucho trabajo por hacer. ¡Fuera, mis queridos, fuera!
(Cerrando la puerta. Pasa el seguro. Coge la llave. Se sienta en el escritorio.)
EDMUND: Ahora sí, un poco de silencio.
FABIO: ¿Me quieres explicar qué pasa contigo?
(Siguen dentro. Pausa. Edmund se levanta y abre nuevamente. Vuelve a empujarlos fuera de la habitación.)
FABIO: ¡Pero si esta es mi casa!
EDMUND: Fuera, he dicho.
(Opera con éxito, esta vez. Cierra la puerta con llave.)
VOZ DE FABIO: (Golpeando la puerta). ¡Edmund!
VOZ DE SAMUEL: Ha cerrado con llave.
VOZ DE FABIO: ¿Tú sabes qué está pasando?
VOZ DE SAMUEL: Tengo alguna idea sobre lo que piensa hacer. ¿Tienes tus llaves?
VOZ DE FABIO: Déjame ver. (Pausa. Buscando en los bolsillos del pantalón, aunque esto no lo vemos.) ¡Mierda! Me las he dejado dentro. Si no nos ha dado tiempo de nada.
VOZ DE SAMUEL: (Golpeando la puerta.) ¡Abre, Edmund! ¡No vayas a hacer una tontería!
(Dentro, con cierta dificultad, Edmund coge unas libretas de notas, el manuscrito incompleto y algunos lápices. Coge también otra botella de whisky y el vaso y se dirige hacia la habitación pequeña. Cierra la puerta con fuerza, pasa el seguro y guarda las llaves de la puerta principal en el bolsillo.)
EDMUND: Muy bien, ahora las condiciones son propicias. (Bebiendo un poco más.) Diría que estoy en el puntillo justo, como aquella noche cuando tuve la idea. Y la idea vino a mí bebiendo. ¿Qué más? (Pasea por la habitación. Ordena las libretas, el manuscrito, la botella con el vaso y los lápices.) Todo está en su lugar y yo estoy en la que será la escena del crimen. ¿Estaba acostada? No, todavía no tengo sueño. Por lo general, me cuesta dormir con facilidad. Necesito que se cumplan ciertas condiciones: la puerta tiene que estar bien cerrada, las luces apagadas. No puede haber ni un resquicio de luz…Me estaba cambiando para estar más cómoda. Eso puede ser. (Simula que empieza a desnudarse junto a la cama para ponerse después el camisón y una bata.) Y algunas noches, antes de irme a la cama, escribo en mi diario cuando… cuando me siento intranquila, y aquella noche estaba particularmente nerviosa. (En el escritorio.) Así se sentó Loredana, justo como estoy sentado yo ahora: en un cuarto sin ventanas, con la puerta cerrada con llave desde adentro, un espacio hermético. Y, sin embargo, el asesino la alcanzó. ¿Cómo lo hizo? (Pausa. Buscando alrededor.) ¿Dónde está el asesino ahora? (Pausa.) La idea tiene que venir. Calma (Respirando profundamente.) Ensayemos toda la escena otra vez (Se levanta. Bebe un poco más. Vuelve a «desvestirse», repitiendo la escena. De pronto, se detiene. Coge el periódico de la mesita de noche. Se sienta en la cama y empieza a leer en voz alta, turbado.)
EDMUND: «La mujer había sido apuñalada tres veces. Su cuerpo fue descubierto en una habitación sin ventanas y cuya única puerta estaba cerrada por dentro con llave y cerrojo…».
(Continuará. Negro.)
Escena 11 (Acto final): La habitación cerrada
Edmund está sentado, solo, en la cama de la habitación cerrada. Una habitación cerrada y asegurada por dentro. Sigue leyendo el periódico.
EDMUND: (Repitiendo para sí.) El cuerpo de la mujer fue descubierto en una habitación sin ventanas… cuya única puerta estaba cerrada con llave por dentro (Sigue leyendo el artículo en voz alta.) «Un conocido de la víctima ha declarado que estas precauciones eran habituales en su caso y que recientemente le había escuchado decir varias veces que temía por su vida. Al singular problema de la habitación cerrada por dentro se añade el hecho de que el crimen estuvo oculto durante un tiempo considerable, pues el médico forense estima, según las condiciones del cadáver de la mujer, que tuvo que haberse perpetrado hace trece o catorce días». Trece o catorce días. (Busca el móvil y hace una llamada. Espera. No responden.) Vamos, vamos. Responde. (Deja el móvil. Vuelve al diario. Llama otra vez. No responden). ¡Trece o catorce días!
(Pausa. Suena el móvil.)
EDMUND: (Al móvil.) ¡Samuel! ¿Por qué no respondes? (Escucha.) Eso ya no importa. Estoy bien, estoy bien. (Escucha impaciente.) ¡No, no, escúchame! ¡Ahora lo entiendo! (Escucha. Activa el altavoz. Deja el móvil en la cama. Camina por la habitación.) Te he dicho que estoy bien. No, escucha, escúchame bien: le he dado algo más que el argumento de una obra de teatro a aquel hombre. ¡Por eso ha fingido no conocerme y se ha escapado!
SAMUEL: ¡Ya vamos para allá! Ábrenos la puerta al llegar, por favor.
EDMUND: (Continúa.) Le he dado la fórmula ideal para cometer el crimen perfecto. ¡Un crimen real! ¡Y yo hasta he ido detrás de él ofreciéndole dinero!
VOZ DE SAMUEL: No puedes estar hablando en serio.
EDMUND: Hace trece noches, Samuel, una mujer murió en las condiciones exactas de mi historia. ¡Hace trece noches tuve el accidente! Aquel hombre me habló fervientemente de una mujer, una mujer que lo había dejado. Por eso estaba en el bar, el 14, aquella noche. No hacía otra cosa que hablar de ella. ¡Todo tiene sentido!
VOZ DE SAMUEL: Estás nervioso, eso es todo. Respira un poco, ya vamos para allá.
EDMUND. ¿Has escuchado bien lo que te he dicho? ¡No podría estar más lúcido! Tenemos que llamar a la policía y denunciar a aquel hombre, antes de que la investigación los lleve hasta mí. ¡Podrían pensar que he sido cómplice en el asesinato!
VOZ DE SAMUEL: Tú no has hecho nada.
EDMUND: ¡Otra persona podría estar en peligro! Y yo soy el único… Él lo sabe, soy el único testigo. Y ahora…
VOZ DE SAMUEL: Espéranos un poco y lo hablamos en casa. Hemos estado esperando en el bar. No tardaremos en llegar.
(Edmund dirige hacia la puerta. Pone el oído en la puerta y espera.)
EDMUND: (Desde la puerta. Retrocede.) Y ahora viene a por mí, Samuel… Todo tiene sentido. ¡Yo soy el siguiente! No, no os acerquéis a la casa. Mejor, mejor que … no vengáis. ¡Llama, llama a la policía!
(Se escucha un golpe. Y después, silencio. Edmund no se mueve.)
EDMUND: (Hablando para sí.) Ahora lo recuerdo… cómo se resuelve el… (Alzando la voz.) ¡Samuel, lo he recordado, llama…!
(Justo cuando Edmund está por girar la cabeza, se escucha otro golpe, seco. Las luces de la habitación se apagan. Embisten a Edmund y lo apuñalan. Tres veces.)
VOZ DE SAMUEL: ¿Qué ha pasado? ¿Quién está allí? ¡Edmund! ¡Responde!
VOZ DE FABIO: ¿Te ha dicho algo, Samuel? ¿Qué ha…? ¡Ed!
(Pasos. Solo el brillo de la pantalla domina la escena, permitiéndonos vislumbrar un brazo caído y dos botines que siguen un hilo de sangre y se aproximan a la luz.)
VOZ DE SAMUEL: ¡Edmund! ¡Dinos algo!
VOZ DE FABIO: ¿Qué está pasando, Ed…?
(Un pitido. La luz del móvil se apaga. En la estancia reina el silencio y la oscuridad.)
Loredana Volpe (Caracas, Venezuela · 1990) es escritora, traductora y directora teatral. Publica el poemario A pesar de tu santa cólera, en España, bajo el sello de Navona Editorial. Para esta casa editorial ha traducido: New York Stories, de Edith Wharton; Una variazione di Kafka, de Adriano Sofri, y actualmente trabaja en la traducción de The Paris Bookseller, de Kerri Maher. Máster de Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona y el Institut del Teatre. Licenciada en Letras y Profesora de Movimientos Artísticos y Dirección de Actores de la Universidad Católica Andrés Bello. Premi Born de Residència Teatral 2020 del Cercle Artístic de Ciutadella. Este año fue jurado del Premio Internacional de Dramaturgia Óscar Liera que otorga la Universidad Autónoma de Sinaloa en México (2021). Es directora de la compañía teatral La Salamandra, con la cual trabaja actualmente en Barcelona.