Ilustración por Juan Vázquez
¿Cómo iluminar la casa sin prendernos fuego?
REGINA GRISOLIA
Una selección poética hecha a fuerza de tozudez, en tiempos donde la vida y la poesía están siendo puestas a prueba; tiempos que renuevan la pregunta sobre el valor de la otra y de la una; cuando los dueños del mundo -esos hombres blancos, que trazan mapas con el dedo- deciden jugar una vez más a la guerra. ¿Qué hacer con la poesía en medio de esta ruleta rusa?
Anne Carson dice que si la prosa es la casa, la poesía es alguien en llamas corriendo a través de ella. ¿Quién corre a través de esta casa?
Armo un cuerpo a fuerza de palabras, el mismo día que seis varones violaron en grupo a una mujer en mi país. El mismo país que el de Patricia González López. ¿Quién corre a través de esta casa que moldeamos con manos toscas, con fuego, guerra y violaciones?
“Me desagrada dejar sin contestación una carta tan notable como la suya, una carta que quizá sea única en la historia de la humana correspondencia, pues ¿cuándo se ha dado el caso, anteriormente, de que un hombre culto pregunte a una mujer cuál es la manera, en su opinión, de evitar la guerra?” preguntaba Virginia Woolf en el inicio de Tres Guineas. ¿Quién corre a través de esta casa que moldeamos con manos que nunca fueron nuestras?
La voz poética de Patricia trae consigo algo de todo lo que nos pasa por el cuerpo cuando estas noticias lo sacuden. Una voz personal y transpersonal, a la manera de Susan Sontag, que vivía la escritura “como algo que se me da a veces, casi, como un dictado. Dejo que sobrevenga, trato de no interferir con ella. La respeto, porque soy yo y sin embargo es más que yo. Es personal y transpersonal, ambas”.
Esa voz, cuando clama: “Se me antojan más palabras, una clase de escucha, un seminario de aceptación”, o cuando desea curarse “de las invasiones que nunca quise pasar”.
En esa voz, en su poesía, la de muchas mujeres en el ojo de este tiempo, rumbo a un nuevo 8 de marzo, con la carga de viejos ecos, con las palabras y los cuerpos de tantas sosteniéndonos las espaldas, susurrándonos bajito, la otra pregunta -no, no la de la casa, no, tampoco la del cuarto propio – la necesaria:
¿Qué podemos construir cuando lo único que tenemos entre manos es la poesía?
PATRICIA GONZÁLEZ LÓPEZ
Ni Muy Trillado
No me enseñaron a quererme
me enseñaron lo que hay que hacer para ser querida
me enseñaron a ser objeto de placer de lo contrario una inútil
me enseñaron a ser deseada
a querer ser partida
me enseñaron a mostrar las piernas
me enseñaron que soy lo que disponga un grito de calle
me enseñaron que la bondad es decir que sí
que es un juego de minita decir que no
que soy la responsable de la voluntad del psicópata
me enseñaron a asumirme culpable de mi primera violación,
que mi trauma es la absolución de la segunda
el hostigamiento no es tanto si el niño es sufrido
el violador es menos violador si el niño ultrajado
que quizás un poco me guste el manoseo de tren
si la violación es colectiva es porque quiero fiesta
soy culpable del estado analfabeto
de la comicidad de algún funcionario virgen que no entiende
del vaciamiento corporal
culpable de la soledad estructural de mi alma
culpable de haber aprehendido la sumisión como respeto
culpable de la vergüenza
de pedir ayuda
quizás deseo sufrir
quizás me merezco el bife
algo habré hecho
la culpable soy yo la culpable soy yo la culpable soy yo
por creer que no va a pasar
nunca más que se va a disculpar
soy habitante de la falocracia
me enseñaron venderme al mejor postor
que por lo menos me pague el café
que me de un techo que invite la cena
que me coja
que me traslade
que me quiera seguir cogiendo
que me quiera solo para él
que me cele, que me grite, que me parta, que me encierre,
me prohíba me sacuda me mate
siempre por pasión.
(Del libro Doliente)
No le tomaron la denuncia
porque se le fueron las marcas
y no había testigos
su amiga no se animó a denunciar
por vergüenza
a la vecina no le dio pudor ni miedo
avisó a sus padres y no le creyeron
una le avisó a su mamá sobre su papá
otra le contó a alguien sobre su padrastro
sobre su tío
sobre su abuelo
algunos se callaron y la historia se repitió
hasta dejar roto el último
rastro de niñez,
la historia sigue
a ella le pegó el novio y lo abrazó
a su amiga la sacudieron y no supo qué hacer
a una del grupo le dijeron cómo vestirse
qué ser de qué hablar
le criticaron una foto y la bajó
le gritaron loca y se lo creyó
a la amiga de la amiga también
a la vecina y a una compañera de trabajo
a la prima
a una desconocida que caminaba en la calle
y a la cuñada de alguien que consiguió trabajo y se mudó
y cuando le pasó a una mujer que no tuvo dónde ir
se quedó
a otras chicas las mataron
y a sus hermanas
y a las que miraban por la tele
a unas las chuparon
a otras las cortaron
a varias más embarazaron
las dejaron
murieron
no tomaron la denuncia
y cuando los encerraron
los dejaron ir
—no podemos hacer nada señora
—no podemos hacer nada piba
para evitar tu muerte
prometemos mostrarlas en televisión
si pasa algo grave,
indignarnos cuando llegue el momento.
Cambio una marcha por más vida
Cambio una marcha por más vida
no quiero un trueque de imposiciones
me opongo a canjear las formas de juicio,
quiero emancipar lo bueno de sus envases,
exijo una libertad deforme.
No quiero alquilar mis elecciones a un dogma,
no quiero una disputa de furias,
no seamos mártires de un traspaso de monopolios,
de una puja entre poderes a quien rendir tributo;
que no se trate de permutar una muerte por otra.
Cambio el miedo por respeto
más respeto
más respeto por favor.
Rechazo un mundo que nos piense en cupos,
pido una oportunidad para ser iguales.
Quiero convertir los gritos en carcajadas,
propongo un abrazo donde ahora hay competencia,
cambiar el egoísmo por un triunfo colectivo.
Quiero sacar el adhesivo a las etiquetas,
que resbalen en la piel hasta que caigan,
preguntar en vez de hablar sin saber.
Propongo una donación de oídos,
un retiro de la hipocresía.
Se me antojan más palabras,
una clase de escucha,
un seminario de aceptación.
Deseo poder decir NO sin morir,
quiero decir NO sin perder el cuerpo;
Aspiro a decir SÍ y valer lo mismo.
Cambio una pose por un gesto,
que caigan los criminales que nos desgarraron
curarme de las invasiones que nunca quise pasar,
cambio una marcha por más vida.
(Ambos del libro Otro caso de inseguridad)
Patricia González López (Buenos Aires · 1986) escritora, Licenciada en Relaciones Públicas. Autora de los poemarios Maldad, cantidad necesaria (2013, Milena Caserola-Llanto de mudo); Doliente (2016, Cospel; 2019, Liliputienses, España), Otro caso de inseguridad (2018, Santos Locos) y La Traición (colección Francia-Argentina, RAZ editions, Francia, 2021). Fue jurado de poesía en el Concurso de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires para 2014/2015 y 2018/2019. Organizó encuentros de lectura y mesas de debate de poesía. Participó en festivales y antologías internacionales de poesía. Reseña libros y recomienda vinos en la columna “bebido y leído” del programa Malas Lenguas, Radio Monk.
Regina Grisolia (Santa Fe, Argentina) escritora, guionista, periodista y activista feminista. Ha publicado relatos y poesías en Antologías Latinoamérica Escribe (2008), En fresco (2017) y Venti Di Parole (Italia, 2019). Entre numerosos reconocimientos, recibió el Segundo Premio del Fondo Editorial Municipal de Rafaela (2019), por el poemario Poesía cruda para los días al horno, el cual se publicará pronto. Se ha desempeñado durante 8 años como periodista de investigación y correctora en la Revista Mural. Ha guionado los documentales Coprovi, un barrio con historia, Transgresora Alegría y La Matria Futbolera, los tres ganadores del Subsidio provincial Espacio Santafesino, el último de los cuales además dirigió.